Avilés
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Luanco, capital del concejo de Gozón, es por su situación geográfica, al abrigo del Cabo de Peñas, la villa costera asturiana más avanzada en el mar Cantábrico. Los orígenes de esta villa están íntimamente relacionados con el gran desarrollo marítimo y mercantil que marcará la baja Edad Media asturiana. Desde los primeros testimonios sobre su existencia a mediados del siglo XI, la economía de esta villa estará fuertemente determinada por su relación con la mar. Pero sería sobre todo a partir de los siglos XIII y XIV, con el auge de la pesca de la ballena, cuando podamos hablar más propiamente de su existencia como tal villa. Con el atractivo de la pesca llegarán a estas costas gentes procedentes de toda la cornisa cantábrica y del sur de Irlanda, que con el paso del tiempo se asentarán definitivamente en esta costa. Junto a éstos harán su aparición los veleros que comerciaban con el lino y otras fibras naturales necesarias para la elaboración de las artes de pesca. Éste es el momento en que la mayoría de investigadores hacen nacer la principal actividad artesana de la villa, las mallas.

La técnica de elaboración de las mallas es prácticamente idéntica a la utilizada en las redes de pesca, pero trabajadas de forma artística. El proceso de elaboración se divide en tres fases perfectamente diferenciadas.

La primera de ellas consiste en el tejido de la base de red o malla. Para ello se utiliza una barra cilíndrica llamada "mallero" con la que se marca el tamaño de la cuadrícula de la red; una aguja abierta en sus dos extremos para enrollar el hilo con el que realizar la labor; y, por último, el "tentemozo" o barra vertical, de un metro aproximado de altura y que la mallera sujeta con sus pies para tener las manos libres y realizar el complejo proceso del tejido de la red en él.

La segunda fase es la del "marcado". Una vez que se ha tejido la malla, se coloca en un bastidor rectangular que en sus dos extremos lleva unas piezas móviles llamadas "barretas" que permiten adaptarlo al tamaño de la pieza a marcar. A continuación se perfila sobre el fondo de malla el dibujo que se quiere bordar con un hilo más grueso.

Tradicionalmente, esta labor del mercado era la más cotizada y solía confiarse a las trabajadoras más veteranas y de mayor habilidad.

La tercera y última de las fases es la del "bordado", dando forma al dibujo marcado a través de una amplia gama de puntos y dibujos que requieren una gran destreza y mucha paciencia. La pieza terminada sólo necesita ya un apresto hecho a base de cola de pescado.

Estos encajes han sido siempre una labor femenina. Desarrollado en sus inicios por las mujeres de los pescadores en sus largas horas de espera para sus ajuares, adorno personal, etc., pasaron a convertirse a fines del siglo XIX en una importante fuente de ingresos complementarios a su deficiente economía.

El restringido ámbito de expansión, unido a la limitada duración de los materiales con que están realizados, son la razón de que se carezca casi totalmente de testimonios que nos permitan seguir su evolución. A partir de las últimas décadas del siglo XIX comienza la gran expansión comercial de esta artesanía. En este momento, doña Felisa y doña María Pedrera instruirán y organizarán en los denominados talleres a los primeros grupos de mujeres que se van a dedicar a la explotación comercial de las mallas. Entre los talleres más prestigiosos que comienzan a surgir en estos momentos se encontraban los de Carmen Cifuentes, Hermanas Ramos, Hermanas Mori, etc., que darán a esta artesanía una proyección nacional e internacional. Prueba de ello será la gran cantidad de premios obtenidos, como la medalla de plata en la Exposición Regional de Gijón, en 1899, y las de oro y plata de la Hispano-Americana de Sevilla, en 1929.

Existieron una media de cuatro grandes talleres que reunían alrededor de unas veinte operarias, e indirectamente absorbían el trabajo de otra serie de talleres de pequeño tamaño. Entre ellos se establecía una fuerte competencia, guardando celosamente diseños y procedimientos.

Casi toda la producción de estos talleres era absorbida por países como Cuba, México o Venezuela, que también habían sido los destinatarios de la fuerte inmigración del concejo en las primeras décadas del siglo XX.

La época dorada de esta labor artesanal cubre la primera mitad del [[siglo XX y fue también fuente de inspiración de populares habaneras como:

En esta hermosa villa de Luanco

todas las chicas saben bordar

hacen encajes tan primorosos

que hasta la reina suelen llegar

o los versos de Mercedes Cabal:

Arañitas de Luanco

texen redes para mí

yo toy prendido en sus mallas

tengo que casame allí.

A partir de finales de los años cuarenta y sobre todo en la década de los cincuenta, la obligación de afiliar a las trabajadoras a la Seguridad Social, que encarecía un producto que de por sí ya resultaba caro; la sustitución de ropas u objetos litúrgicos por otros de estilo más sencillo en consonancia con el espíritu del Concilio Vaticano, y el cierre en 1959 del mercado cubano, que había sido su principal cliente, colocan a la malla casi en trance de desaparición.

Hoy, la recuperación de esta artesanía está condicionada por la necesidad de formación de nuevos artesanos, la introducción de nuevos diseños, junto con la conservación de los tradicionales, y sobre todo, en la búsqueda de canales comerciales dentro y fuera de nuestras fronteras regionales y nacionales.

Bibliografía[]

  • Fuente del articulo original: Consejería de EconomíaGobierno del Principado de Asturias
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